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Ya llegó la navidad con sus luces mágicas, sus comidas familiares y la ilusión de los regalos bajo el árbol y más allá.

Conozco muchas personas apasionadas de la navidad. La disfrutan realmente, máxime cuando hay niñes en casa.

En cambio yo me siento como el Grinch en estas fechas. Veo gasto energético, contaminación lumínica, indigestiones, compromisos incómodos, consumismo y mucha basura. Me empiezo a agobiar un mes antes como mínimo.

No me gusta nada la idea de regalar porque toca. Sería mucho más feliz escogiendo regalos porque realmente me apetece y he encontrado justo aquello que me ha recordado a esa persona especial en cualquier momento del año. Pero a los receptores que esperan con emoción no les cuadran mis planes. También podría guardar para estas fechas esos detalles encontrados meses antes pero la paciencia no me acompaña.

De la misma forma, cada año me toca recibir cosas elegidas al azar ante la inminencia de la fecha de entrega. Supongo que como a todas. Cada año hay una avalancha de devoluciones de regalos y la actividad bulle en foros de compraventa de artículos de segunda mano. Da vértigo pensar en la cantidad de basura que se genera en estas fechas.

Me resulta especialmente complicado enfrentar estas convenciones sociales sabiendo que mi reacción va a afectar a las personas de mi alrededor. Tengo niños ilusionados y familia con ganas de reunirse. Así que opto por no forzarme demasiado y expresar mis valores en el tipo de regalos que hago.

  • Siempre cosas útiles.
  • Del gusto del receptor.
  • Con las que yo también me sienta cómoda.
  • Buscando comercio local y pequeños productores.

Poco a poco voy encontrando la forma de lidiar con todo esto pero todavía me resulta complicado. No se desmontan tradiciones centenarias de un día para otro, ¿verdad?

Y tú, ¿cómo vives estas fechas?