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Mucho se ha debatido estos días sobre la legitimidad de las ofertas de black friday y demás eventos. En la mayoría de estas conversaciones he observado una mezcla de conceptos que hacía complicado seguir el hilo y, más aún, formarse una opinión propia.

La realidad es que vivimos dentro de un sistema capitalista y el consumo de bienes y servicios se hace imprescindible. 

  • Pero si yo hago mi propia ropa!
  • Ok, pero la máquina, la tela, los hilos… de algún sitio habrá salido.

Dentro de este sistema, el acceso a los recursos es desigual y se da la circunstancia de que aquellos que más tienen, idéan continuamente formas de aumentar sus ingresos a través de la venta de bienes que no buscan cubrir las necesidades básicas si no posicionarnos dentro de la sociedad según unos estándares creados por ellos mismos. Es aquí cuando nace el consumismo.

Grupo de personas con bolsas en la mano.

Y las herramientas con las que cuentan para conseguirlo son muchas y variadas. Casi siempre pasan por realizar una inversión que implica una bajada del margen de beneficios que se verá compensada por el elevado volumen de ventas. Algo posible para los grandes pero no para los comercios de barrio o los artesanos, los cuales trabajan con precios muy ajustados para conseguir captar la atención de los clientes dispersos.

El papel del consumidor en todo esto es totalmente relevante, aunque no sencillo. Primero es necesario ser capaz de salir de la rueda para ver el mecanismo desde fuera y después tomar decisiones conscientes. Aquí cada uno estamos en un punto diferente del proceso. Desde fuera se ataca al que no ha conseguido salir mientras nos creemos mejores y nos flagelamos por nuestras incongruencias. Todo un espectáculo.

Nuestros recursos son limitados y es natural que optemos por adquirir a un precio menor aquello que necesitamos. También es sencillo sentirse tentado por cosas menos necesarias. La desprogramación no se da de un día para otro y llevamos demasiado tiempo bombardeados por mensajes que nos empujan hacia unas aspiraciones que no son realmente nuestras.

Pero, para complicarlo más, vamos a tener en cuenta que nuestros roles son variados y podemos ser al mismo tiempo consumidores más o menos conscientes y pequeños empresarios o emprendedores luchando por hacer realidad una idea a la vez que mantenemos una familia. Solo contamos con nuestro ingenio para batallar (y algo de esparadrapo para acallar las voces que discuten en nuestra cabeza). Otros pusieron las reglas del juego y nuestro reto es reventarlo desde dentro sin perecer. Fácil, ¿verdad?

En conclusión: Nada es tan sencillo como parece y cada cual convive con sus decisiones. Yo decido pasar por la vida creando consciencia pero sin tocar las narices del prójimo, del que desconozco su realidad y el camino recorrido.