La segunda mano se ha convertido en una alternativa más que asentada en nuestro país.
Las tiendas de ropa usada se multiplican y su éxito va en aumento. Esto, a priori, es una buena noticia porque muchas prendas alargan su vida y esquivan el vertedero. Ya sabemos que la prenda más sostenible es la que ya existe.
Entonces, ¿ dónde está el problema?
El conflicto llega cuando el consumo cambia de tienda sin variar sus vicios.
La compra compulsiva es un hábito difícil de erradicar y acabamos acumulando ropa en nuestro armario una vez más olvidando que el decrecimiento era el objetivo.
Y es que es muy fácil caer cuando nuestro bolsillo apenas se resiente y nuestro cerebro repite mantras sobre sostenibilidad y economía circular. Muy difícil resistirse cuando nos repiten que frenar el consumo nos conducirá a un colapso catastrófico.
Pasa como con el reciclaje: Calma nuestra consciencia sin abordar el origen del problema.
Si en el horizonte está el «no pasa nada, si después no me lo pongo lo puedo donar o vender» seguiremos alimentando una industria que necesita un cambio profundo, no nuevos modelos de negocio que alimenten el capitalismo.
Hagamos una reflexión individual. Miremos nuestro armario con ojos críticos y dejemos de lanzarnos al montón de ropa sin reflexión en el próximo intercambio con amigas.